Las personas con doble moral dan la imagen de tener ciertos valores y critican a quienes no los tienen. Sin embargo, en la vida real ellas tampoco practican los buenos comportamientos que tanto predican.
Se comportan de una manera solapada; es más, son de los que lanzan la piedra y esconden la mano. Muchos de estas personas consideran que lo que dicen es lo “correcto” y que los demás “son los equivocados”. Lo peor es que critican de otros lo mismo que estas personas hacen a escondidas.
La humanidad tiene una moralidad doble: una moral que predica y no practica y, otra, que practica pero no predica. Vivimos en una sociedad que está acostumbrada a juzgar, y peor aún, hacer caso de los prejuicios que lo único que hacen es degradarnos como humanidad.
Estamos habituados al tráfico de frases y fotos espirituales, que no se sostienen, porque nuestra adicción emocional destroza con el codo, todo lo que escribimos con la mano. Nadie puede ser lo que verdaderamente no es.
¿Por qué nos cuesta creer que un hombre ‘gordito’ puede ser amado por una chica de cuerpo escultural? ¿Por qué pensamos que ella solo podría estar por dinero? ¿Y por qué cuando un hombre delgado es pareja de una chica ‘gordita’ sí es amor de verdad? No queremos generalizar, pero lamentablemente eso piensa la mayoría de personas.
Los prejuicios solo nos separan, juzgar a los demás solo nos hará la vida más triste, la humanidad jamás será perfecta, pero sí podemos trabajar para una vivir en una sociedad más respetuosa. Si quiere caminar dentro del sendero espiritual, tendrá que controlar sus emociones desordenadas que revelan que aún ni siquiera abrió la puerta.
Están quienes dicen ser castos y son los más promiscuos; hay quienes critican la corrupción y sin el más mínimo descaro hacen sus propios ‘torcidos’; conocemos a ‘defensores’ de derechos humanos que, en cada acto de sus vidas, atropellan a la gente; y no faltan los que tachan de manera pública a la infidelidad y, sin embargo, son expertos en clandestinos encuentros amorosos con personas distintas a sus parejas.
Entiendo que ninguno orina agua bendita, pero tanta hipocresía no pasa desapercibida. Una sugerencia; pase más tiempo en meditación y solo verá lo que antes está mencionado.
¿Cuántos aparentan tener un matrimonio modelo y en la intimidad de sus hogares ‘sobresalen’ por el maltrato familiar?
Y en este grupo también caben los negociantes de la fe, quienes con el ‘discurso de la salvación divina’ han convertido las religiones en sus principales fuentes de ingresos. En el fondo no son más que ‘avivatos’ que se declaran como “pastores” o “profetas”. De igual forma son unos hipócritas, pues proyectan a la sociedad una imagen que no son capaces de sostener por mucho tiempo.
En todo esto veo confusión y pérdida de valores, sin contar que es una forma egoísta de ser. Lo digo porque muchos son criticones, pero al final no pueden demostrar lo bueno que supuestamente son. Cuando nos encontramos con gente así se crea un clima de desconfianza, que nos hace daño y que nos obliga a vivir en un mundo irreal y falso.
Lo menciono porque la doble moral es tan común que, en algunas ocasiones, también nos dejamos contagiar. Solemos prejuzgar a los demás porque se comportan de determinadas formas y olvidamos que hemos cometido los mismos errores que ellos, y a veces algunos más.
Debemos poner los pies sobre la tierra y entender que esa doble moral se ha ido apoderando de nuestra cotidianidad. Tenemos que contrarrestar a los “doble moralistas”. Y esa es una tarea urgente ya que, de manera desafortunada, hemos aprendido a retroalimentarlos.
La natural tendencia a censurar comportamientos ajenos sin tener en cuenta que los nuestros no son los mejores, es un caldo de cultivo de este ‘cáncer’ que carcome a nuestra sociedad. Además, nos hemos acostumbrado a incorporar nuestros rencores personales, lo que nos hace opinar a la topa tolondra sin antes reflexionar. Estamos en mora de entablar un diálogo sincero con nosotros mismos y aceptar que no somos perfectos. No se trata de alcahuetearnos ni de permitir los excesos de los demás, sino de hacer nuestros aportes cotidianos a la transparencia y a la honestidad.
Por último quiero dejarles este vídeo que hizo la Unicef. Anano, de 6 años, es una actriz infantil. Pero la situación en la que está es muy real. Cada día, millones de niños y niñas que viven en la pobreza son ignorados y privados de todo lo que necesitan para prosperar.