03 Apr
03Apr

A pesar de que las prácticas espirituales de hoy día cada vez son más conocidas por la gran mayoría, la mezcla y amplitud de tendencias que han proliferado causan una enorme confusión en mucha gente.

Identificar a alguna persona como simpatizante de lo que se ha denominado la Nueva Era puede implicar que ese individuo sea visto como alguien raro o misterioso; también se le suele dar el calificativo de “espiritual” (cariñosa, burlona y hasta despectivamente).

La experiencia más común es de equívocos, prejuicios y estereotipos acerca de lo que significa ser una “persona espiritual”. Las imágenes de las personas espirituales oscilan entre dos polos: la de un brujo y la de un gurú oriental.

Vemos estos estereotipos hasta en los medios de comunicación: una bruja leyendo las cartas y practicando hechicerías; o una persona que emite mantras y frases positivas, coloca velas e inciensos, medita, y en los casos más extravagantes su indumentaria se asemeja a la de un hippie de los 60.

Según esto, el brujo es un oráculo viviente que tiene premoniciones sobre el futuro y puede resolver los problemas de la gente, decirle qué le va a pasar, darle el número que saldrá en la lotería, y hasta dañarla con “un trabajo”; en tanto el gurú habla de paz y amor, se aísla, es guía o maestro de los demás, es vegetariano o mejor aún; VEGANO, nunca se molesta, nunca se equivoca, nada lo perturba y siempre es algo "extraño".

Estos estereotipos se extrapolan a aquellos que en lo cotidiano siguen tendencias espirituales, vistos como seguidores o aprendices de brujos o simplemente como unos “come flores” que viven en una nube de pedos.

Aun cuando las anteriores imágenes parezcan exageradas, solo ejemplifican la confusión. 

Una persona que puede predecir el futuro no necesariamente es brujo, maestro o guía, solo es alguien que ha desarrollado cierto grado de psiquismo, aptitud aprendida o innata, que no necesariamente indica su crecimiento espiritual, aun cuando sus premoniciones sean asertivas

Lo anterior vale para quienes luzcan como gurús orientales, pues no todos los vegetarianos, veganos, de voz golosa, que hablan de amor, prenden velas e inciensos, hacen yoga, se visten de blanco y se adornan con turbante y dicen meditar o comunicarse con entidades elevadas, forzosamente tienen una gran evolución espiritual y son superiores a los demás. 

Esto no quiere decir que todas estas personas sean falsas, pues ello sería generalizar y juzgar. 

Lo importante es entender que el brujo, el gurú, el maestro, el guía, los practicantes y los seguidores de las tendencias espirituales solo son seres humanos.

Como todos, también están viviendo experiencias “agradables o no”, como mecanismo para evolucionar y ganar sabiduría, en la medida en que se aprenden a discernir entre el bien y el mal. 

Ello implica emanar energías armónicas y discordantes, según se experimenten las vivencias y problemas de la vida, con las emociones y sentimientos que generan. 

Por tanto, la persona “espiritual” puede enojarse, sentir rabia, estar deprimido o alegre, enfermarse, sufrir por sus problemas, confundirse y equivocarse, porque como todos, no es un ser perfecto, sino perfectible, en la medida en que aprende de sus vivencias. 

Sin embargo, a pesar de que es humano vivenciar y expresar estas sensaciones, ello no justifica el dejarse llevar descontroladamente, sin autorevisión, autorreflexión y búsqueda de cambio, pues de eso trata el crecimiento espiritual, de aprender a manejar las propias debilidades, en la medida en que se superan las experiencias difíciles de la vida.

Es importante la intención y el esfuerzo por ser coherentes y estar atentos a nuestro sentir, pensar y hacer, a fin de evitar las contradicciones, pues si realmente la espiritualidad que practicamos funciona, notamos los cambios en nosotros mismos.

Por ello, una “persona espiritual” no es alguien que deba lucir extraña y misteriosa, ni tampoco aquella que reprime sus emociones, se autoengaña y engaña a los demás, aparentando ser perfecto, siempre feliz, o mejor que los otros.

La realidad es que todos los humanos somos espíritus habitando en un cuerpo, por lo que la comprensión y estudio de todas las capas que componen al ser humano, desde cuerpo físico hasta los cuerpos espirituales, desde la energía más densa a la más sutil, nos ayuda a conocer nuestra verdadera naturaleza.

No solo hay que proclamarlo a cuatro voces, mejor que tus actos hablen por ti. De lo contrario, es tu EGO el que te gobierna y aparenta una falsa imagen de "ser un iluminado" ante los demás, pero quienes ya hemos transitado ese camino, sabemos cuál es tu fachada.

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