18 Jan
18Jan

Con la debida cautela de cuando se usan palabras y conceptos abstractos diré que en lineas generales la respuesta es SI.

Si, porque lo veo en las personas que aunque les suceda muchísimo no son conscientes de ello.

Si, porque lo experimento conmigo mismo.

Los argumentos no son simples pero intentaré aproximarme a ellos:

Cada vez que alguien me fastidia con su comportamiento lo que hago es lo siguiente: me pongo a buscar un personaje parecido dentro de mi (también y sobretodo si en el momento siento que con ese desgraciado yo NO tengo nada en común).

De hecho si me fastidia la arrogancia de una persona, lo primero es buscar dentro de mi un personaje arrogante. Si quien me fastidia es alguien invasivo busco en mi esa misma peculiaridad. Si en cambio, me irrita alguien por su comportamiento abandonista, me pongo en la búsqueda de aquel que tenga la energía del abandono. Y así...

Claro, no es siempre así de fácil. A veces esta bien mimetizado detrás de la mascara del adjetivo opuesto o bien, debajo de una cortina de pensamientos recursos, esos que buscan el por qué de otras emociones y además lo buscan en el pasado y afuera, pero cada vez lo encuentro… ¡y como lo encuentro! Ese personaje se había metido en un pequeño ángulo estrecho y oscuro de la consciencia, pero estaba ahí, exento de mi conocimiento, después que yo lo había negado.

La vida es en verdad macabra con sus mecanismos. Cuando no queremos ver algo nos lo vuelve a presentar en miles de formas… no se lo atribuyo a los desafíos, a los accidentes que se asemejan, a los abandonos que se repiten, a los enemigos que se ubican siempre de la misma manera en nuestro camino, como si no tuvieran otra cosa mejor que hacer…

Yo creo en cambio que se nos dan continuas posibilidades de perdonar a los personajes que tenemos dentro, y que nosotros proyectamos afuera. Una creativa manera de ponernos “cara a cara”, de forma directa con nuestros sombras.

Si hay algo que no nos gusta de nosotros, no nos gustara tampoco de los demás.

Con la diferencia de que aquello en los otros está siempre mas presente pero... en nosotros mismos… ¡no tanto! Así opera este mecanismo proyectivo.

Podemos seguir describiendo y encontrando centenares de explicaciones racionales sobre por qué alguien merece nuestro juicio y desprecio, y decir que no somos como esa persona y no haríamos jamas aquello que el hace. O bien; podemos tomar la ocasión del fastidio que nos despierta y lanzarnos a la búsqueda de ese mismo personaje, de esa energía, de esa cualidad (arrogante, superficial, manipuladora, seductora, testaruda, etc.) dentro de  nosotros mismos por ahí en alguna parte del inhóspito y basto mundo interno…

No hablo de fastidio como desilusión, tristeza, amargura, sino entendiéndolo como esa sensación de gran irritación e intolerancia en mi cuando otro se comporta “mal” conmigo o delante de nuestros ojos y que moviliza una cierta “charlita” de la mente que se repite en torno a ese sujeto, apuntándolo con el dedo.

Si buscamos con honestidad, en cierto punto resolveremos (aunque sea solo por un instante pero no sin desconcierto) que a todo lo que aplicamos juicio se vuelve a nuestro interior. Y cuando vemos, apenas cuando entrevemos nuestro lado oscuro, no podemos mas que reconocer en lo profundo que no somos perfectos o incluso taaaannn buenos como creíamos. No somos inmunes de ciertos pensamientos, de cierta ira, de cierta manipulación. Tal ves pensemos ahora ¿que somos en realidad seres horribles? No exactamente. El punto es que de alguna manera durante mucho tiempo hemos juzgado como horribles, ciertas partes de nosotros, cierta energía y por ello las hemos sofocado, renegado y así hemos creado las fragmentaciones en nuestro ser.

Teniendo en cuenta de hecho esas partes sin juzgarlas por un momento, aceptándolas con tierna compasión, descubriremos que en el fondo no esta mal amigarse con esa verdad sobre si mismos y que además, ello libera energía nueva, energía creativa… Descubriremos que los demás pueden dejar de irritarnos y de desequilibrarnos de nuestro eje. Descubriremos que nuevos aliados pueden manifestarse, porque es así que sucede de hecho: las alianzas internas evocan siempre (por resonancia) con el exterior.

Liberar esos juicios de nuestras “partes-sombras” y acogerlas con coraje y visión, nos libera de la necesidad de tener razón; del sufrimiento por la injusticia, del dolor que se siente cuando no somos vistos… Nos ayuda a dejar ser, a perdonar todo aquello a ha sucedido.

Cuando no establecemos más juicios sobre aquello que repudiamos, oscuro y errado en nosotros, automáticamente dejamos de juzgar también a los otros. Y dejando de juzgar no estaremos mas irritables ni fastidiados.

¿Significa entonces que aprenderemos a amar todo y a todos?

Yo diría que significa que AMAREMOS UN POCO MÁS, a partir del amor a nosotros mismos con todo y sombras.

INCLUSO SIGNIFICA QUE ELEGIREMOS MÁS ATENTAMENTE LOS LUGARES DONDE ECHAR RAÍCES Y AQUELLOS QUE DEBEMOS ABANDONAR. Por lo tanto significa también que haremos elecciones mas sanas, permaneciendo con nuestra atención centrada. Significa finalmente, que cada obstáculo nos hablara no solo de frustración.

Significa que tanto sombras y luces permanecerán en nosotros de modo mas sabio… y que sabremos entonces danzar con los dos.

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