Como ateo pienso a partir de la lógica y de los conocimientos conquistados por la humanidad a partir de la investigación científica.
Si leo la biblia y contrasto lo que esta asegura sobre hechos físicos sobre los que la ciencia ha expuesto explicaciones satisfactorias, coherentes y demostrables, llego a la conclusión de que lo que dice la biblia es falso. Si expreso esa conclusión, el creyente lo toma como una ofensa.
Cuando el ateo medita sobre la naturaleza de dios, concluye que, igual que los miles de otros dioses inventados por el hombre (y en los que los cristianos o musulmanes o judíos o lo que se quiera, creen) es un ser imaginario. Cuando expone su conclusión, los creyentes se sienten ofendidos porque les dicen que su dios es tan real como Visnú, como Bochica, como la Pachamama, como la vaca Hator o como el Pato Donald, que aunque no es un dios, también es un ser imaginario.
Cuando un ateo lee la biblia y encuentra numerosos absurdos (para citar uno solo: que para perdonar a un ofensor uno tenga que mandarle a su propio hijo para que ese ofensor lo asesine, pues solo de esa manera uno puede perdonarlo por sus ofensas —esa en esencia la historia de la misión y la pasión de Cristo—), y después de descubrir esos absurdos, los enuncia y los califica de absurdos, los creyentes se sienten ofendidos, como si fuera culpa del ateo que su libro sagrado estuviera plagado de absurdos, inconsistencias, contradicciones, falsedades y demás.
Cuando un ateo subraya que en muchos pasajes de la biblia, dios se manifiesta como un ser injusto, cruel, genocida, bárbaro, inmisericorde, etc., los creyentes se sienten ofendidos y se niegan a aceptar que dios tenga esos rasgos, pese a que saben que en los versículos que ha señalado el ateo, dios se manifiesta tal como este lo ha denunciado.
Cuando un ateo critica cualquier aspecto de la religión que denote un abuso de poder o un crimen, o cuando recuerda hechos bochornosos y oprobiosos de la historia eclesiástica, se sienten ofendidos.
Si un ateo condena las violaciones por pederastia clerical, los religiosos sienten que les están faltando al respeto, pero no quieren ver que la conducta de los religiosos abusadores sí que es una falta de respeto.
Cuando los ateos se lamentan de que debido al dominio de la Iglesia durante el eterno Medioevo, la ciencia y la cultura se retrasaron por más de diez siglos, los creyentes se sienten irrespetados.
Al final, basta con que un ateo abra la boca para expresar libremente su opinión, para que los creyentes se sientan ofendidos. Curiosamente, cuando los creyentes expresan libremente sus opiniones contra el ateísmo, ningún ateo se siente ofendido.
De fondo, la percepción de irrespeto de los religiosos se reduce a una posición intolerante de los creyentes, que no aceptan opinión alguna contraria a la suya, y que puede reducirse a este razonamiento: “Si piensas diferente de como pensamos nosotros, nos estás irrespetando”. Esa es una demostración de autoritarismo que, en tiempos en que la religión estaba unida al Estado, dio lugar a cruzadas, torturas, quema de infieles, herejes y ateos en la hoguera, expopriación de bienes, guerras religiosas y todo tipo de crímenes en nombre de dios, pero curiosamente, en ninguno de estos desmanes los creyentes ven irrespeto alguno.
A la claridad y razonabilidad de los argumentos de los ateos, que, si se ven en aprietos, jamás recurren a fórmulas de escape facilistas como “ese un misterio, y como tal no puede decirse nada al respecto” o “los designios de la naturaleza son inescrutables”, los creyentes las califican de arrogancia intelectual, y no reparan en que sostener que se tiene la verdad absoluta e incuestionable, así parezca absurda, por interpósita persona de un dios (imaginario), sí que es arrogancia.
Los ateos no entienden la incapacidad de los creyentes de ver lo que tienen ante sus ojos: los absurdos, la crueldad, la injusticia, las contradicciones, la falsedad, están en la biblia, y los crímenes que han derivado de esa ceguera están registrados en la historia universal. Nada de eso se lo han inventado los ateos; por el contrario, todo eso lo han cometido los creyentes dando muestras de un irrespeto sin límites contra todos los humanos que se atrevieron a pensar así fuera un poquito diferente de como ellos piensan.
Los ateos no comprenden ni pueden aceptar la petición de los creyentes que hagan ojos ciegos ante lo evidente y que, si han concluido que la idea de dios y las religiones son malas, deban mentir para cantarles alabanzas y glorificarlas, solo para que no se altere la buena conciencia de las mentes religiosas, que quieren seguir pensando que su religión es buena y justa, que lo dicho por un libro compuesto de innumerables textos escritos por hombres primitivos en diferentes épocas (lo que explica la barbarie de lo allí expuesto y las contradicciones) es la verdad absoluta revelada por un dios que solo para ellos vale como un ser verdadero.
Cuando los cristianos ven los desmanes que cometen sus hermanos musulmanes, sumidos en su Medioevo contemporáneo, se escandalizan y los juzgan de bárbaros y perversos, pero no notan que ese mismo estado de cosas es el que ellos anhelan, con una única y sutil diferencia: que la religión proclamada verdad absoluta no sea la del profeta Mahoma, sino la de Cristo.
Para que los creyentes no se sientan irrespetados por esta nota, me veo obligado a cerrar con un ¡Glorificado sea dios!