01 Sep
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Continuamos con la segunda entrega del resumen de este interesante libro.

3. Adquirir nuevos principados depende a partes iguales de fortuna y virtud.

Hay muchas maneras en las que un príncipe puede ganar el control de un principado; la fuerza militar es un camino común; otra opción son los tratados internacionales.

Aún así, no importa el método a través del cual quieras adquirir tu principado; necesitarás combinar gran virtud y buena fortuna para tener éxito.

Después de todo, hasta el gobernante más virtuoso requiere un poco de suerte para ser capaz de hacer uso de sus virtudes. Capturar una ciudad o un reino con tu propia fuerza armada demuestra que tienes grandes virtudes como coraje, fuerza moral, carácter y liderazgo. Pero esas virtudes no te servirán de nada si no tienes a la fortuna de tu lado.

Considera a Rómulo, el fundador del Imperio Romano. La fortuna lo forzó a abandonar Alba cuando aún era un bebé, llevándolo así un día a establecer los cimientos de Roma. Si no hubiese sido obligado a abandonar su ciudad, quizás habría terminado siendo un granjero desconocido sin haber nunca tenido la posibilidad de demostrar sus virtudes.

Por supuesto, lo contrario también es posible; si has sido bendecido por la fortuna, necesitarás demostrar virtud para capitalizar tu buena suerte. Por ejemplo, a veces puedes convertirte en Príncipe debido a un azar del destino, más que a tus propias condiciones.

En este nuevo principado, tus oponentes serán mucho más fuertes que quienes te apoyan, pues mientras que los primeros se concentrarán en verte caer, los segundos no sabrán qué esperar de ti.

Esta situación quiere decir que tendrás que actuar rápida y virtuosamente para fundar los cimientos de un largo reinado. Controla a los nobles en tu principado y construye tu propio ejército. Sin estas precauciones, tu fortuna no durará y serás derrocado.

Definitivamente tanto la fortuna como la virtud son necesarias para convertirse en príncipe. Sin la virtud, cualquier fortuna se desvanece. Sin la fortuna, tus virtudes serán inútiles.

“No hay nada más difícil de ejecutar, que introducir un nuevo orden político”

4. Tanto la crueldad como el apoyo popular, son formas de convertirse en Príncipe.

En el 317 AC, un hombre llamado Agatocles creció como un simple hijo de alfarero. Al hacerse mayor, reunió un batallón de mercenarios y tomó la ciudad de Siracusa, en Sicilia. A pesar de su juramento de atenerse a la constitución democrática de la ciudad, mató a 10.000 de sus rivales y se convirtió en un tirano.

Esta historia demuestra que la crueldad es una forma de alcanzar el poder. La ausencia de piedad y la traición pueden ayudarte a tomar el control de un principado, aún cuando el daño realizado a tus ciudadanos no pueda considerarse virtuoso.

Pero la crueldad solo funciona cuando es usada correctamente. Si es necesario alcanzar el poder, entonces tu crueldad debe ser veloz; lanza un mortal y certero golpe. Aunque la gente se indignará al principio, puedes ir reduciendo gradualmente la violencia y así calmar a la población. Esto es precisamente lo que Agatocles hizo y logró mantenerse en el poder.

Una táctica mucho menos prudente es ser muy escrupuloso al comienzo del propio mandato e ir incrementando la crueldad gradualmente.

A pesar del éxito de Agatocles, la crueldad no es la única manera de alcanzar el poder. También puedes alcanzarlo protegiendo a tus ciudadanos, pues así propiciarás que apoyen tu causa. En este caso, si eres un príncipe, debes asegurarte que tus ciudadanos viven en condiciones suficientemente buenas como para que quieran apoyarte. El significado de ‘suficientemente buenas’, depende lo que acostumbren hasta ese momento. Por ejemplo, si han sido esclavos, serán felices con solo ser liberados.

El objetivo principal es hacer que tus ciudadanos se sientan en deuda contigo. Si lo hacen, habrán más probabilidades de que te apoyen aunque tengan que pasar por tiempos duros. Pero si tu mandato se concentra en el terror, ellos no sentirán que te deben nada.

La crueldad puede parecer una forma más fácil de alcanzar el poder que persuadir a la población de que te apoye, pero esta última es la forma más fácil de mantenerse en el trono.

“No puede considerarse una virtud el matar a tus conciudadanos; así se obtiene poder, pero no gloria”

5. Todo Príncipe debe dominar el arte de la guerra.

Aunque la diplomacia es una herramienta útil, en el momento de la verdad el hombre desarmado tendrá que obedecer al hombre armado. Por lo tanto, el dominar el arte de la guerra es clave para volverte príncipe y mantenerte así.

Por supuesto, es crucial para alcanzar tu dominio en primer lugar; la mayoría de los príncipes han ganado sus reinos conquistándolos a través de la guerra. Pero aún en la paz, es esencial que mantengas tus habilidades bélicas a punto, porque una guerra es la manera más común de perder tu principado ante tus rivales.

Es más, tus ejércitos también juegan un rol clave en la sociedad que estás construyendo: Leyes e instituciones no pueden existir sin ejércitos poderosos que los sostengan.

Dado que la fuerza militar juega un papel tan importante para mantener el poder, debes prepararte continuamente a ti mismo y a tu ejército para la guerra. Mantenlos en buena condición de ataque y asegúrate de que mantienes tu propias habilidades mentales y físicas listas para el combate.

Por ejemplo, Siempre que recorras tu principado, estudia el panorama y la tierra pensando en formas en las que podrías usar el terreno para montar una mejor defensa en caso de un ataque sorpresa.

Otra forma de prepararte para un enfrentamiento es aprender de los grandes maestros que vivieron antes que tú. Los comandantes más exitosos estudiaron a sus predecesores: Alejandro Magno estudió a Aquiles, mientras que César imitó a Alejandro.

Mientras que es importante ser un buen líder civil en tiempos de paz, no debes olvidar nunca que la buena fortuna puede cambiar. La guerra puede estar a las puertas de tu principado, y la única forma de mantener el poder es que tanto tú y tu ejército estén listos.

“No es razonable que un hombre armado obedezca a un hombre desarmado, por voluntad propia”

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