La sabiduría tolteca nos señala 4 miedos a los que nos enfrentamos a lo largo de la vida, que nos paralizan, nos separan de nuestra esencia, nos empequeñecen y nos conducen a la toma de decisiones basadas en el propio miedo que suponen una huida absurda que nos encadena más a ellos.
Reconocerlos, aceptar la falsedad que representan, y soltarlos supone trascenderlos, supone utilizarlos para alcanzar la plenitud que merecemos.
¿Cuántas decisiones equivocadas tomamos basadas en este miedo? ¿Cuántas relaciones vacías iniciamos o mantenemos por miedo a quedarnos solos?
Desde el mismo momento del nacimiento arrastramos el trauma de la separación, de ser uno con la madre pasamos a ser individuos separados e indefensos.
Pero ya no somos bebés indefensos, es el momento de trascender ese miedo, como trascendimos el de dar los primeros pasos, el de aprender a montar en bicicleta.
Ahora somos capaces de entender que la separación en realidad es solo ilusoria, que todo está conectado, que todos estamos conectados, con los demás, con nuestro planeta, con la divinidad…
Pero algo más se esconde tras el miedo a la soledad, y es el miedo al encuentro con uno mismo, al silencio que posibilita una auténtica conexión con lo que somos, una puerta al encuentro con nuestras luces y nuestras sombras…
Miedo a escuchar a nuestra voz interna revelándonos lo que realmente necesitamos experimentar, todo aquello que nos hace únicos, y que pide ser manifestado.
Miedo a tomar decisiones sin la “muleta” del “es que…”
“Es que mi pareja…” “Es que mis amigos…” “Es que mi familia…”
Ver la soledad como la máxima oportunidad para el autoconocimiento, como ese espacio- tiempo en el que ocuparnos de nosotros mismos, así como entender que la separación es de por sí un planteamiento ilusorio, hará que nuestro miedo a la soledad deje de limitarnos.
Si como individuos arrastrábamos el miedo de la separación en el momento del nacimiento, como especie arrastramos el miedo a la falta de recursos.
Pero ya no somos trogloditas viviendo en climas adversos sin más recursos que sus propias manos y un cerebro poco desarrollado…
Como especie hemos ido descubriendo que contamos con los recursos internos suficientes como para transformar la supervivencia es SÚPER EXISTENCIA.
No solo es falso que no haya recursos externos para todos, aunque el afán de acumulación de los poderosos, ponga en peligro el amplio surtido que el planeta tiene para nosotros.
Lo más importante de todo es que contamos con recursos internos, no solo para cubrir nuestras necesidades, sino para vivir en completa abundancia.
Para trascender este miedo tenemos que reestructurar nuestros pensamientos, dejar de tragarnos el cuento, que beneficia solo a algunos, de que no hay recursos para todos, que la vida es una competencia contra el otro para poder sobrevivir.
Enfocarnos en la abundancia que existe a nuestro alrededor, abundancia de solidaridad, abundancia de vida, abundancia de fertilidad.
Desarrollar la gratitud hacia todo lo que nos llega, hacia todo aquello hacia lo que no ponemos consciencia porque lo damos por hecho. Ese desayuno que te estás tomando, esa sonrisa saludable de tu hijo, ese rayo de sol que se filtra a través de un día encapotado…
El término enfermedad proviene del latín y significa “falta de salud y firmeza”.
La enfermedad es el resultado de un desequilibrio en nuestro propio ser, un desequilibrio que proviene de nuestra falta de firmeza, de nuestra falta de cohesión entre las partes del sistema que somos, entre nuestro espíritu, nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestras emociones…
Entendemos la enfermedad como la manifestación física de ese desequilibrio, la atendemos demasiado tarde, cuando nuestro cuerpo empieza a gritar que el desequilibrio entre nuestras partes, que nuestra falta de salud holística es insostenible.
Paradójicamente el miedo a la enfermedad nos predispone a enfermar. Actuar desde el miedo es enviar al cerebro la información equivocada.
Debemos ser amantes de la salud, tener hábitos saludables no solo en lo que a nuestro cuerpo se refiere sino en relación con todos nuestros ámbitos.
Donde hay salud integral no entra enfermedad, así de simple.
Que engloba varios miedos, miedo al más allá (muy condicionado por nuestras creencias filosóficas y religiosas), miedo o resistencia a la impermanencia, a la intrascendencia…
Es evidente que las personas que creen en la reencarnación tienen menos miedo a la muerte, que las personas que no creen en un Dios castigador que juzgue y condene sus pecados temen menos el momento de decir adiós.
Pero más allá de todo esto, la mejor forma de combatir el miedo a la muerte es simplemente viviendo.
Viviendo cada momento, el aquí y el ahora, descubriendo que la impermanencia más que una limitación es la oportunidad para disfrutar segundo a segundo de una experiencia nueva, de integrar para poder exprimir la vida al máximo esa famosa cita de Heráclito que nos recuerda:
“Todo fluye, todo está en movimiento y nada dura eternamente. Por eso no podemos descender dos veces al mismo río, pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni el río ni yo somos los mismos”.