Lo difícil no es hacerse preguntas: lo difícil es tener paciencia e insistencia hasta encontrar respuesta. Y aceptar que puede ser simple y sencilla. O aceptar que puede ser, en este momento, imposible. Y si la hay, aceptarla, sea como sea, pero siempre como respuesta provisional.

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Escuché hace tiempo esta frase en una charla sobre espiritualidad, con el consiguiente revuelo entre los asistentes al interpretarla como la imposibilidad de evolución y mejora del ser humano. ¿Cuál era la intención del conferenciante, al utilizar de nuestro refranero popular esta afirmación?

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