En la nota de hoy vamos a abordar estas dos historias que están íntima y curiosamente relacionadas con el vino. Sabemos que los relatos y las leyendas que rodean al mundo vitivinícola, siempre divierten y despiertan la atención de nuestros lectores, y entonces utilizamos esas cualidades para cumplir con nuestro objetivo: enseñar y difundir con responsabilidad y amenamente la cultura del vino en todos sus aspectos y alcances.
¿Cómo nació la costumbre de besar en la boca?
Ciertamente puede resultar de difícil a imposible determinar cuándo y cómo surgió el hábito de besar, ya que hay evidencia de sobra para asegurar que se trata de una práctica casi tan antigua como la humanidad misma. Pero lo que sí podemos certificar es que la costumbre de besar en la boca tuvo su expansión en el mundo gracias a una particular reglamentación impuesta alrededor del año 740 antes de Cristo, en Europa.
Varios historiadores griegos y romanos de la época (entre ellos Plutarco y Valerio Máximo), dejaron plasmado en sus obras que por aquellos tiempos, Rómulo, fundador y primer rey de la monarquía de Roma (el mismo de la leyenda de Rómulo y Remo), dictó y estableció diversas leyes durante su reinado, que se sucedió desde el 753 hasta el 716 antes de Cristo. Una ley puntual de ese conjunto es la que centra nuestra atención.
En la misma, se instaba a las mujeres a la abstinencia total de alcohol y se les prohibía terminantemente beber vino puro, llamado temetum en esos años. No se les permitía siquiera tener bajo su control las llaves de los lugares de sus propias casas donde se guardase vino. La finalidad de esta disposición era ayudar a mantener en todas las mujeres “una perfecta y pudorosa conducta”, algo con lo que el alcohol no colaboraba mucho.
Para detectar si alguna mujer había violado la ley, su marido debía acercarse a su cara y sentir su aliento. Esto funcionó durante un periodo, hasta que una ley más firme aún obligaba a los hombres a rozar los labios de su esposa con los suyos (siempre en privado), para asegurarse que no había consumido vino. Y los esposos más estrictos colocaban su lengua dentro de la boca de su cónyuge. Cuando las parejas se empezaron a dar cuenta de lo apasionada y placentera que resultaba la medida, la adoptaron como una demostración de amor.
Debemos resaltar entonces dos puntos: el primero, que si alguna mujer faltaba a la norma, su castigo era tan grave como el de las adúlteras y prostitutas; y el segundo, que, aunque indirectamente, el beso “romántico” nació gracias al vino, y luego se transformó en una manifestación de amor.
¿Cuál es el origen de la palabra sommelier?
Hoy en día, cuando se habla de un sommelier, la gente lo identifica con alguien que sabe mucho de vinos, de las diversas zonas de origen, de los procesos de elaboración, de maridajes, de servicio, de la comunicación vitivinícola, etcétera. Hace unos años atrás, era considerado solo “un mozo que sabía de vinos”. Y mucho tiempo antes todavía, era el encargado de cuidar y servir los vinos. Pero en sus comienzos, la historia del sommelier era muy distinta...
Volvemos a Europa, pero esta vez a la Francia de la Edad Media. En aquella época, tanto los nobles, como los reyes y caballeros, cuando tenían que realizar un viaje o trasladar parte de sus pertenencias, lo hacían valiéndose de animales de carga (animaux de somme) o bestias de carga (bêtes de somme), en referencia a los burros y mulos que se utilizaban. La palabra “somme” significaba literalmente “carga” en el francés medieval.
El “sommier” o “sommerier” (así, con r) era el encargado de cuidar y vigilar de esas bestias y de las cargas más importantes que ellas transportaban, entre las cuales se encontraba el vino, además de otras tan disímiles como las armas y los panes. Luego, él mismo se encargaba de la descarga y del control de que todo hubiese llegado en correcto estado. Ese término, con el transcurrir del tiempo y las deformaciones típicas del lenguaje, devino en el actual término “sommelier”.