Vives rodeado de espejos que te muestran la proyección de tu propio físico. Espejos en casa, espejos en las tiendas de ropa, puedes observar tu reflejo en los cristales de los escaparates… Y ahora, por si esto fuera poco, también puedes observar tu propia imagen constantemente en forma de selfie en Instagram. Esta sobre-exposición a la propia imagen en una sociedad en la que la presión estética es tan notable puede llevarnos a lo que se conoce como el síndrome del espejo si adoptamos una actitud negativa hacia nosotros mismos.
El síndrome del espejo, al más puro estilo de la madrastra de Blancanieves, muestra la obsesión con la propia imagen corporal. Pero, lo más significativo en este tipo de situación, es que la persona tiene una visión distorsionada de sí misma. Exagera sus defectos y no valora su belleza.
El modo en el que nos relacionamos con nuestro propio cuerpo influye en los vínculos que establecemos con los demás y en la actitud que adoptamos ante la vida. Una persona segura de sí misma, se siente bien en su propia piel. Por el contrario, quien arrastra conflictos en torno a este tema, reprime conflictos y malestares.
El cuerpo es una parte muy importante de nosotros mismos. Es la parte física que nos acompaña en todo momento. En la era de las nuevas tecnologías, este síndrome del espejo también está muy condicionado por la propia influencia negativa de las redes sociales donde muchas chicas son víctimas de comentarios destructivos. Y en algunos casos, pueden terminar creyendo aquello que otros dicen de ellas.
Recuerda la historia del Mito de Narciso. El joven que murió ahogado en el río porque estaba enamorado de su propio reflejo.
El espejo debería ser tu aliado, no tu enemigo. Por tanto, sé fiel a la autenticidad que mueve tu vida dando las gracias cada día a ese cuerpo que te mantiene en pie.