Me temo que este artículo no me va a hacer ganar muchos amigos y mucho menos algún “Me gusta” ese concepto que parece presidir la vida de muchos. Esto último es seguro, porque no participo en ninguna red social. Es probable que yo sea del plan antiguo porque todavía leo libros en papel, compro de vez en cuando periódicos en el único quiosco que queda en mi barrio de los cinco que había y, además, no veo la televisión. Eso sí, soy un empedernido viajero que ha estado en más de 80 países y visitado más de 50 veces alguna ciudad europea.
Pero esto que escribo no va de mí, sino de viajes que es de lo que suelo escribir –se acerca la Navidad y una nueva temporada de viajes– y, eso sí, de redes sociales que están convirtiendo al turista en un viajero enredado. Porque hasta no hace mucho, viajar suponía contemplar naturalezas puras y disfrutar de sus silencios, admirar monumentos centenarios y aprender su historia, charlar con las gentes de cada lugar y conocer sus pasiones y sus quejas, saborear los guisos locales y beber los vinos del terruño… Hubo un tiempo en que viajar era convivir, tener experiencias, forzar los cinco sentidos y alguno más para abarcarlo todo.
En ese tiempo, algunos se permitían tomar unas fotos para el recuerdo, los más osados hacer un video con el que aburrir a sus amigos a la vuelta y los más humildes comprar unas postales. En ese tiempo se viajaba antes, durante y después del viaje. Se preparada, se disfrutaba, se recordaba. El viaje era una religión personal, íntima y sincera.
La tecnología es considerada ya como una sustancia nociva para la salud o el equilibrio psíquico, comparable a las drogas o el alcohol, capaz de provocar efectos perjudiciales tanto en el plano individual como social, especialmente en niños y jóvenes que como promedio pasan cuatro horas diarias delante de pantallas, de ahí que la dependencia tecnológica haya sido incluida en el Plan Nacional de Adicciones por el Ministerio de Sanidad en España. En Francia han ido más lejos y se han prohibido los teléfonos celulares en los colegios. Los expertos son contundentes: nos separa de la familia, los amigos y nos quita horas de sueño.
España tiene el dudoso mérito de tener el porcentaje más alto de celulares por habitante de todo el mundo. Hay más de 50 millones de aparatitos circulando, varios millones más que habitantes, incluyendo ancianos y bebés. Millones de personas perdidas en una maraña de mensajes, correos electrónicos, “Me gusta” de facebook o Instagram y retuiteos varios. La estadística indica que se consulta la dichosa pantallita hasta 150 veces cada día, una vez cada cinco minutos, incluyendo el tiempo de comidas, trabajo, descanso en casa y hasta el momento de la ducha. Si se dedican solo dos minutos a leer y responder mensajes “trascendentales” o llamadas se llega a la conclusión de que el celular ocupa cinco horas de nuestra vida, cada día. ¿Merece la pena, no hay nada mejor que hacer en ese tiempo?
En el mundo del turismo se han empezado a tomar medidas para que los aparatos electrónicos no invadan los espacios dedicados al descanso, el disfrute del viaje, la buena gastronomía… Se propone, en el fondo, practicar un “deporte de alto riesgo” que no consiste en escalar el monte más alto de la región o tirarse por una cascada salpicada de rocas. La auténtica actividad de riesgo pasa por vivir sin su dispositivo electrónico favorito como hacían antes de que se inventaran. Hoteles, restaurantes, agencias de viajes y medios de transporte apuestan por la desconexión durante el tiempo de vacaciones.
Según ha podido comprobar los buscadores jetcost.es o hotelscan.com cada vez más establecimientos proponen programas Detox o Unplugged Weekend que sugieren al cliente dejar su celular en la caja fuerte y disfrutar con otras cosas. Algunos ejemplos :Barceló La Bobadilla, Vincci Hoteles, Barceló Sancti Petri o el Barceló Torre de Madrid, el último en incorpo rarse a la tendencia.
Para terminar, buenas noticias. Entre los muchos anuncios emotivos que rondan la Navidad, el de IKEA de este año es sin duda el mejor. Su juego navideño “Familiarizados” tiene más de 9,5 millones de visualizaciones en YouTube. Una apuesta por la familia y contra las redes sociales: “Esta Navidad desconecta para volver a conectar. En IKEA lo vamos a hacer eliminando toda nuestra actividad en redes sociales”. Este anuncio provocará una reflexión de una forma tan inteligente como emotiva.
Por Enrique Sancho (Editado)