01 Aug
01Aug

Es una de las tantas contradicciones de la biblia. Pero la solución del problema es sencillo: dios no creo al diablo ni creó nada: un ser imaginario ni siquiera puede crear a otro ser imaginario.

De todos modos, veamos otras contradicciones similares: dios sabía que si ponía el árbol del bien y el mal en el Edén, la parejita, convencida por el maligno, a quien dios dio paso libre al paraíso, pecaría. No obstante, dejó el arbolito y la serpiente.

Dios sabía que Caín mataría a Abel, y siguió atizando la envidia y celos de Caín para que matara a Abel, rechazando sus ofrendas.

Dios sabía que su pueblo favorito enfrentaría una guerra eterna contra los palestinos si les regalaba la tierra prometida (que era tierra con dueño), y en lugar de darles una tierra libre, les ofreció esa.

Dios sabía que los pueblos antiguos pecarían hasta tal punto que un día tendría que borrarlos de la faz de la tierra con un diluvio para purificarlos. No obstante, también sabía que esa medida no serviría de nada, porque volverían a ser tan o más pecadores que antes. ¿Será que ahora manda los huracanes para limpiar moralmente ciertos territorios? ¿O será que hasta en los casos de Hiroshima y Nagasaki intervino para poner orden, como en otro tiempo hizo con Sodoma y Gomorra?

Dios sabía que si mandaba a su hijo a que convenciera a su pueblo favorito, no lo conseguiría, y lo matarían. Y sin embargo, lo mandó para que fracasara y lo crucificaran. Y cuando Cristo se quejó con las palabras “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, no fue capaz de ahorrarle el suplicio ni un minuto.

Cristo sabía que Judas lo traicionaría y que por eso perdería su alma para siempre, pero no hizo nada para salvarlo evitando que lo entregara.

Cristo, en el monte de los Olivos, sabía lo que le esperaba, y no hizo nada para burlar a quienes lo perseguían. Ante Pilatos pudo demostrar que era dios (en ese momento, y no después de que lo mataran, debió haber ascendido en cuerpo y alma al cielo, y todos habrían quedado convencidos), y no lo hizo, porque quería que lo mataran y porque no quería que todos quedaran convencidos. En consecuencia, se suicidó, a sabiendas de que por ese acto los que no le creyeron se condenarían y en adelante la humanidad podría ser acusada de deicidio, un pecado muchísimo más grave que el que vino a lavar (el pecado original: la infracción de la primera parejita de probar el fruto del árbol maldito puesto por dios como zancadilla).

Cristo podía haber curado a todos los leprosos y ciegos y paralíticos tronando un dedo, pero prefirió curar de a unito, solo a unos cuantos. Si en lugar de hacer esos milagros hubiera aconsejado a su pueblo que hirviera el agua y se lavara las manos antes de comer y después de ir al baño, habría hecho muchísimo más por la salud de la gente que curando unos cuantos enfermos.

En su infinita sabiduría y presciencia (conocimiento anticipado de lo que todo lo que va a pasar), dios sabe hasta el más ínfimo detalle de lo que hará cada uno de los mortales, desde antes de que sean concebidos en el vientre de su madre. Así, los destinos de todos los humanos están preescritos en su mente. Si es así, nadie puede alterar su destino, y el libre albedrío es imposible. Dadas esas condiciones fatalistas absolutas, un criminal o un pecador son tales por designio de dios, así que no son responsables de sus actos, porque son como robots que cumplen lo que les dicta un programa de cuyo libreto no pueden escapar. En consecuencia, los pecadores y criminales son inimputables. No obstante, dios ha previsto quemarlos con el fuego eterno por su maldad.

Y tienes toda la razón: dios sabía que Luzbel se rebelaría. Pudo haberlo corregido con un guiño, y no lo hizo: prefirió convertirlo en un verdadero dios del mal, y le dio poder sobre la inocencia de los humanos, para que los corrompiera, de modo que estos se perdieran y dios pudiera castigarlos con el fuego eterno. Guardadas las proporciones, es como si una empresa de construcción de aviones se diera cuenta de que un nuevo modelo que ha desarrollado tiene un problema técnico que lo predispone a fallar de modo inevitable, y en lugar de arreglar el fallo o de sacar de circulación el aparato, lo vendiera y promoviera que fuera utilizado para ver cómo se accidenta frecuentemente dejando víctimas fatales.

Esa es la misericordiosa moralidad de dios.

Podría citarte más casos de los inescrutables (o simplemente absurdos o elementalmente malignos) designios de dios, pero creo que es suficiente.

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