09 Dec
09Dec

Hoy es mi cumpleaños. Estoy feliz por haber cumplido un año más y estar mejor que el año anterior. Aunque he pasado por momentos difíciles y no siempre la vida se ha desarrollado como a mí me hubiese gustado, ha sido un buen año.

Ahora ya tengo un año más y va a ser verdad aquello que las tías de mi familia me han dicho tantas veces. Resulta que la mente no envejece. Ahora entiendo a mi madre cuando me dice que el día que le cambien el cuerpo por uno de 20 años echará a correr para seguir viviendo a tope.

En este cumpleaños tan especial, en el que la vida me dice que estoy en el ecuador de mi juventud, me quedo con dos reflexiones que me dijo mi abuela el día que soplé las velas.

La primera fue: “Empieza a no decir la edad que tienes si quieres ser libre. No te digo que mientas, te digo que empieces a olvidarla. Porque a la gente le gusta mucho opinar de la vida de los demás y te preguntarán qué edad tienes y cuando la digas, opinarán. Te dirán lo que debes hacer, que son las cosas que la mayoría de gente de tu edad hace. Luego te dirán qué te espera a partir de ahora. Te lo dirán todo porque a la gente le gusta mucho opinar. Y tú te irás a dormir nervioso porque creerás que no te da tiempo a nada y pensarás que la gente tiene razón.”

La segunda fue: “Olvídate de que un día te morirás porque te vas a morir igual, como todas las personas. Vive y no pienses los años que te quedan de juventud o los años que te quedan para hacer las cosas. No mires el reloj. Porque igual muere el joven que el viejo y no se sabe cuándo llegará nuestro momento. Hazme caso, porque yo sé de esto. Mira cómo yo todavía no me he muerto y estoy viviendo más que otros.”

Esto me lo he grabado a fuego en mi mente. Porque mi abuela fue una mujercita que se hizo pequeñita con el paso del tiempo y de la que un día se podría escribir un libro…, ya mi hermano le hizo un video para sus cumple 91. En mi casa siempre se ha dicho que su vida es de película porque ha pasado muchas penurias y ha salido adelante.

Mi abuela fue una mujer adelantada a su tiempo y ni sus 13 hijos, ni sus nietos hemos sacado las ganas de todo lo que ella tuvo.

A mí, sus palabras me han marcado estos días, porque con su forma de expresarse y sus palabras sencillas me desveló el secreto de la libertad y yo eso se lo agradeceré siempre. Ella tenía pena por no haber podido comprarme un regalo porque sus fuerzas ya no son lo que eran y su memoria tampoco. Pero el regalo me lo dio en forma de palabra y ese aprendizaje me lo quedo para siempre.

Y es que mi abuela llevaba entre médicos más de cuarenta años y era capaz de contarte sus problemas varias veces en una tarde. Pero cuando le preguntabas el motivo de haber enfermado, lo tenía muy claro y te decía: “yo enfermé por la pena tan grande que tenía”. Te decía que la enfermedad surgió de la vida que llevó y de lo que tuvo que vivir. Que ella bien lo sabía porque sabe lo que sentía y veía que no se encontraba bien por tristeza y que por eso enfermó.

Esas palabras antes no tenían ningún significado para mí, hasta que yo también enfermé y tuve que parar mi vida. Y cuando recoloqué cada ficha en su lugar, mi vida arrancó de nuevo. Tuve que pasar por lo mismo que ella para entenderla. Y ahora me da desde el más allá este regalo que no había comprendido en su momento; esta mujer que había sobrevivido a la violencia civil, a la guerrilla… cuando todos los pronósticos eran otros.

Así que, en este cumpleaños me he dado cuenta del vínculo tan fuerte que siempre hubo entre ella y yo a pesar de que físicamente ya no está. Me doy cuenta del regalo de sus palabras y de que, aunque 50 años nos separaban, el aprendizaje no ha pasado de moda. Es actual, es necesario y es sanador.

Y es que hasta el último día que soplé las velas por mi cumpleaños, no había caido en cuenta que si me dediqué a ser Profesional de la Salud es porque soy fruto de tantas de sus historias y consejos. He debido escucharlas casi sin darme cuenta y cuando me tocó a mí pasar por una enfermedad puse en marcha todos los aprendizajes que un día ella me transmitió.

Es maravilloso ver cómo ella cuenta que las enfermedades son el fruto de las emociones y darme cuenta de cómo he reparado la enfermedad de mi clan familiar y cómo sigo haciéndolo con mi trabajo.

Y es que, como lo comentaba atrás, mi abuela siempre ha sido una adelantada a su tiempo.

SOMOS EL RESULTADO DE NUESTROS ANCESTROS…

Puede que no te des cuenta y te creas una persona muy genuina y real, pero la verdad es que de cosecha propia tienes muy poco. Y puede que lo que aprendiste durante tu vida te esté dando muchas alegrías o puede que no y que quieras cambiar. Pues como diría mi abuela: “aún estás a tiempo”.

En el ecuador de mi juventud y con una edad que ya he olvidado que tengo, te invito a que cada noche repases cómo ha sido tu día y averigües si das las gracias o si, por el contrario, prefieres olvidar.

Te invito a mejorar y a darte cuenta de cuánta conexión tienes con tus ancestros.

Pasamos la mayor parte de nuestra vida haciendo una de estas tres cosas:

1.- Copiar por exceso; patrones de comportamiento de nuestros ancestros: hacemos lo mismo que hicieron otros y nos quejamos de tener los mismos resultados.

2.- Copiar por defecto; patrones de comportamiento de nuestros ancestros: no hacer ni por asomo lo mismo que hicieron las generaciones pasadas, hacer lo contrario y pensar que por el hecho de no hacerlo igual somos libres.

3.- Reparar: entender, perdonar y aceptar. En este caso muchas veces la reparación se ve reflejada en el trabajo.

Yo fui libre tras tomar conciencia de dónde procedían mis problemas. Identifiqué copias y reparaciones. Limpié todo mi árbol transgeneracional y lo hice por quienes estuvieron antes y por quienes vendrán después.

“Te animo a investigar en tu árbol familiar, tanto paterno como materno. A descubrir con sorpresa de dónde vienen tus comportamientos. Saber qué podrías estar reparando y, sobre todo, a llevarlo a cabo.” No por las famosas y trilladas "Constelaciones familiares" que no sirven sino para que gane plata el que las organiza y dejan más confundido al que las realiza. (Si me preguntas cómo hacerlo, te dire cual es el método que no falla.)

Quién sabe si el año que viene cuando cumplas años puedes estar feliz y libre de cargas y hayas sanado las relaciones de pareja, el patrón del dinero o una enfermedad que saltaba de generación en generación.

 Un Abrazo Mágico.

Con mucho cariño;

Germán Lancheros Amórtegui

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