11 Apr
11Apr

Gracias a la influencia griega, los romanos comenzaron también a cortarse los cabellos y la barba, surgen entonces las barberías en Roma.

El pelo casi rapado parece haber estado de moda desde la época del emperador Macrino hasta la de Constantino.

Entre los griegos llevar barba era símbolo de virilidad y hasta la época de Alejandro Magno lucir una cuidada barba era la costumbre. Desde la Magna Grecia se introdujo el hábito del afeitado en Roma hacia el año 296 a.C. con la llegada de los primeros tonsores , según indica el historiador Plinio: “Según Varrón, los tonsores se trajeron a Italia desde Sicilia, en el año 454 de Roma, habiéndolos traído P. Titinio Mena, anteriormente los romanos no se cortaban el pelo. El joven Africano fue el primero en adoptar la costumbre de afeitarse cada día. El emperador Augusto siempre utilizaba cuchillas.”

Escipión el Africano fue el primer romano importante en aparecer afeitado, tal como aparece su imagen en una moneda del siglo III a.C. Así será el estilo a partir de ese momento hasta cerca de la caída del Imperio, cuando volvió la moda de las barbas y los cabellos largos.

Como en Grecia, las barberías fueron lugares de reunión, y se llamabantonstrinae, y los barberos tonsores. Los romanos pasaban varias horas cuidándose el cabello y el rostro, y es en esta época cuando los barberos comenzaron a hacer extracciones dentales.

La antigüedad nos ha dejado un poemita de Fallías sobre el barbero Eugates, que contiene una enumeración cómica de todos los útiles necesarios a las funciones del barbero y a los cuidados de tocador.

Los barberos, llamados entonces esquiladores, fueron llevados de Sicilia a Roma por un tal P. Ticinio Menas, en el año 451 de la fundación de la ciudad. La moda, desde mucho tiempo generalizada en Grecia de llevar los cabellos cortos y la barba rasa, se propagó rápidamente gracias a Escipión, el segundo Africano, que se afeitaba todos los días.

Los esquiladores comenzaron por ejercer su industria al aire libre, pero más tarde este uso subsistió solamente para la plebe y los esclavos y las tiendas de los barberos anunciadas por una presentación de navajas, de cuchillitos y de espejos llegaron a ser puntos de reuniones para los ociosos y para los noticieros.

Uno de los principales méritos del dueño del establecimiento era saber responder a todas las preguntas que se le dirigían y los barberos suministraban imitando a los autores y actores cómicos o satíricos, el tipo de la curiosidad y de la murmuración. Uno de estos artistas le preguntaba cómo quería que se le afeitase a un filósofo de carácter áspero, respondió estas breves palabras: ”quiero que se me afeite sin hablar”. La historia de esta anécdota no dice si los Grecostarios o Carenos, desde los Tronstianos más elegantes hasta la vía Suharana, donde los barberos de baja especie afeitaban las barbas de los plebeyos, el filósofo pudo encontrar un barbero según le convenía.

La moda de llevar el pelo muy corto parece haber progresado lentamente y solo entre las clases más altas de la sociedad romana. Los romanos que podían permitirse el lujo de tener uno ó más tonsores (barberos y peluqueros) a su servicio delegaban en ellos su aseo matinal y, si llegaba el caso, solicitaban sus servicios varias veces al día.

Cesar concedía mucha importancia al cuidado de su cuerpo, y no contento con que le cortasen el pelo y afeitasen con frecuencia, se hacía arrancar el vello, por lo que fue censurado, y no soportaba con paciencia la calvicie que le expuso más de una vez a las burlas de sus enemigos. Por ese motivo, se traía el escaso cabello de la parte posterior sobre la frente.” (Cesar, Suetonio, XLV)

Los que no podían permitirse un tonsor a su servicio entraban en una de las innumerables tonstrinae (barberías) establecidas en las tabernae de la ciudad, y para los clientes más pobres había tonsores instalados en la vía pública.

“Ahora está el tipo en la barbería; ahora, en este mismo momento, está Filocrates manipulando la cuchilla. No se ha preocupado, siquiera, de poner el paño del barbero, para así no mancharse la ropa. Pero no se decir si va a afeitarle o recortarle un poco con el peine”. (Plauto, Los Cautivos, II, 2)

Esta escena de Plauto nos acerca al ambiente de una barbería pública. El local estaría rodeado de bancos en los que esperaban su turno los clientes. Dentro el cliente se sentaba en un taburete, mientras el tonsor y los ayudantes (circitores)iban cortándole el cabello o arreglándoselo según la moda del momento, que venía determinada por el gusto del emperador.

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