02 Aug
02Aug

El desaparecido café Renaissance de París sirvió como refugio republicano durante la segunda mitad del XIX. Allí se juntaban políticos y periodistas conspiradores contra el Segundo Imperio y su emperador, Napoleón III. Sujetos vigilados de cerca por la gendarmería del régimen. Se trataba de un antro de dos plantas frente a la fuente Saint Michel donde sobresalía el olor a picadura barata y el martilleo de las bolas de billar, especialmente a la hora de la absenta y durante la noche. Entre los habituales se encontraba Yvan Salomon, más conocido como Victor Noir, reportero bonachón de abdomen holgado, que dejó marca en el grupo de disidentes por su forma de apaciguar el tono de los debates. Con un rugido profundo, conocido como el grito del hipopótamo, transformaba los alaridos en carcajadas.

Victor Noir fue asesinado el 10 de enero de 1870. Lucía el primer y único traje negro, corbata y camisa nueva que su ascenso dentro del diario socialista La Marseillaise le había permitido costearse. Tenía apenas 21 años. Su tumba, en la división 92 del cementerio Père-Lachaise, atrae tantos visitantes como la de Jim Morrison, Oscar Wilde o Chopin.

La escultura colocada sobre la lápida, realizada en bronce por el artista Jules Dalou, muestra, en estilo realista, al reportero como si hubiese sido abatido en plena calle. Originalmente, fue lugar de culto para los republicanos franceses, pero a partir de los años 60 se convirtió en fetiche para solteras de medio mundo que se acercan hasta la abultada bragueta del reportero para frotarla y depositar allí sus mejores anhelos de fertilidad.

  

Víctor Noir era un periodista que falleció un día antes de su boda por un disparo, tras intentar mediar un conflicto entre un primo de Napoleón III y su jefe redactor del periódico.

Lo que hace tan peculiar a esta escultura es que el artista que replicó el cuerpo de Noir, quería que fuera una réplica exacta del momento en que murió, tan exacta, que incluyó la erección que tenía el periodista en el momento después de su muerte.

  

Poco después de la colocación de la escultura se extendió el mito de que frotar, o besar la entrepierna de la escultura aseguraba la fertilidad de la persona que lo hiciera.

  

Cierta o no, la leyenda tiene su desenfadado ritual. Consiste en depositar una flor en el sombrero esculpido en un costado del conjunto escultórico, besar los labios de este Noir de bronce, tocarle los pies y, por último, frotar sin pudor su protuberante entrepierna. Según la leyenda, el íntimo encuentro con la efigie propicia, además de la deseada fecundidad, una vida sexual plena e incluso la promesa de encontrar pareja entre los solteros. Superchería o fiabilidad al margen, el caso es que las zonas más acariciadas de la estatua de Victor Noir se han vuelto entre óxido-doradas por el roce.

En 2004, se erigió una valla alrededor de la estatua de Noir para desalentar el contacto indecente con la estatua. Pero esto molestó a tantas mujeres que la cerca fue derribada nuevamente.

¿Crees que lo habrían reabierto si todos los hombres hubieran hecho esto con una representación de una mujer?

Sin embargo, la tendencia se ha salido un poco de control y algunos visitantes parecen olvidar que todavía están en un cementerio y aprovechan la oportunidad para tomarse fotografías.

¿Y tú que opinas? Déjame un comentario.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO