30 May
30May

Si hay algo que podemos dar por seguro en esta época del año, es que vamos a brindar. Cuando sean las 12, después de las 12, cuando venga a saludarnos un familiar, al día siguiente en el asado, o en casa de nuestro vecino, siempre estará presente el chin-chin y las copas chocándose. Pero ¿de dónde viene esta costumbre?, ¿es reciente o milenaria?, ¿se utiliza solo en fiestas? Tenemos varias versiones al respecto.

Comencemos por la primera:  Cuenta la historia, que el famoso “chin-chin” proviene de una deformación de la expresión alemana “ich bring dir's”, que en español significa algo así como “yo te lo traigo”. Se dice que esta frase fue pronunciada por primera vez en 1527 cuando los mercenarios alemanes de Carlos V saquearon la ciudad de Roma. Para celebrar la victoria, estos guerreros alzaron las copas en honor al rey y aclamaron esa frase refiriéndose al botín que le llevaban.

Nuestra segunda teoría da cuenta de que en las fiestas lujuriosas bacanales romanas, se pretendía disfrutar de la bebida con todos los sentidos, y como el único que no participaba era el oído, era necesario chocar las copas para que el sonido lo haga partícipe del placer de beber.

Otros historiadores afirman que la tradición surgió durante el siglo IV antes de Cristo, en el seno del imperio Romano y que se hacía por razones totalmente distintas a las actuales. Por aquellos tiempos, en los cuales abundaban las deslealtades y las trampas, eran moneda corriente los asesinatos por medio de la bebida envenenada. Como una muestra de confianza y camaradería, los anfitriones y sus invitados solían chocar con fuerza sus copas colmadas, con el objetivo que parte del líquido de una pasase a la otra y viceversa, dejando en evidencia que no había ningún tipo de veneno en la bebida. Por supuesto, en aquel entonces esas copas no eran de vidrio.

Ahora bien, ya que Usted sabe el origen del brindis, y una vez que lo haya hecho, prepárese para disfrutar de su espumante. Para ello le aconsejamos tener en cuenta las siguientes recomendaciones: Para saber si un espumante es de calidad una vez servido, hay que observar sus burbujas: cuanto más cantidad y más pequeñas sean, mejor. Esto va a hablar de una elaboración cuidadosa y dedicada. Apenas lo vierta en la copa, no lo huela. Déjelo reposar un minuto para evitar la sensación punzante que causa el gas carbónico al desprenderse.

Dé por seguro que el jamón crudo y el espumante hacen tan buen maridaje como el vino tinto y las carnes rojas. Pruébelo, no se va a arrepentir.

Por otra parte, tenga en cuenta que es preferible enfriar la botella en agua helada dentro de un recipiente en vez de ponerla en el freezer, entre otras cosas, por el peligro a que estalle. El espumante debe servirse aproximadamente a 10ºC, pero ante la duda, mejor servirlo más frío que natural, ya que en la copa la temperatura comenzará a subir.

En lo que respecta al punto óptimo de servicio Usted debe saber que hay que servirlo fresco, no helado. Enfriarlo demasiado no permitirá apreciar correctamente sus aromas y sabores, ya que el frío excesivo adormece y bloquea las papilas gustativas.

También la espuma y la efervescencia se notarán menos, porque con el frío la presión baja considerablemente.

Siempre, entonces, será mejor tener el espumante a temperatura ambiente y enfriarlo unas horas antes de su consumo en una frappera, no solo con hielo, sino con hielo y agua, ya que el líquido trasmite el frío mucho más rápido que los sólidos.

Finalmente, un comentario sobre las copas. No en vano existe un modelo especial para espumantes.

Esta clase de copa tipo “tulipa” permite apreciar las características organolépticas de la bebida en su máxima expresión: en lo visual haciendo bien apreciable las columnas de sus burbujas, en el olfato concentrando los aromas en la angosta boca de la copa, y en lo gustativo haciendo que el líquido ingrese a la cavidad bucal tocando primero la punta de la lengua, donde se percibe el dulzor, y luego yendo hacia los costados, donde se percibe mejor la refrescante acidez.

Y como decían los generales de la época de Napoleón I, disfrutemos responsablemente de esta noble bebida “merecida en la victoria, necesaria en la derrota”, que según el Dante “entender no la puede quien no la prueba”.

Por Diego Di Giacomo

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